Fue en octubre de 1983 en Texas, cuando se celebró la
primera “Carrera para la Cura”, en apoyo y ayuda a las mujeres que sufrían
cáncer y… para recordarles que no estaban solas. A partir de ahí se han ido
sucediendo distintos encuentros y carreras por la curación y la vida en otras
partes del mundo. En 1985 se celebró por primera vez en Estados Unidos el Mes
de Sensibilización como respuesta a un movimiento social intenso de los 70 que
dinamizaba programas de concienciación y animaba sobre la autoexploración y la
detección precoz, y el 19 de octubre de 1988 tuvo lugar el primer Día
Internacional del Cáncer de Mama. El objetivo era despertar conciencia y
sensibilidad sobre esta enfermedad y su impacto en las mujeres, familias y
comunidad, un reto que arrastró consigo un movimiento científico importante
como consecuencia finalmente de la implicación de numerosos países que
destinaron más recursos a la investigación y el tratamiento produciéndose
importantes avances, en la prevención, diagnóstico y tratamiento del cáncer de
mama.
Esta campaña y la puesta en marcha de políticas, programas y
ayudas ha propiciado hasta nuestros días avances y estudios que han favorecido
nuevos y mejores métodos de diagnóstico clínico, de visualización de imagen, de
tratamientos y opciones quirúrgicas, nuevos fármacos y terapias y, protocolos
de medicina personalizados que nos ha permitido vivir y contemplar nuevas
oportunidades de vida, como mujeres, para las familias y en las comunidades,
una sociedad más libre de cáncer y de más años de vida.
En España, el cáncer de mama es el tipo de tumor más
frecuente en mujeres, un 30% frente a un 1% en varones. Según datos del ECIS (Sistema
Europeo de Información del Cáncer) en el año 2020, fueron diagnosticados 34.088
casos nuevos que sumados a los ya diagnosticados cifraban 516.827 casos de
enfermedad en ese año. Los datos recogidos por la Sociedad Española de
Oncología Médica para este año 2022 sobre incidencia, mortalidad, supervivencia
y prevalencia de cáncer en España estima que los casos nuevos estarán en torno
a los 34.750; 132 casos por cada 100.000 habitantes y concretando aún más, 1 de
cada 8 mujeres entre 35 y 88 años tendrá cáncer de mama a lo largo de su vida.
La nota rosa, en este 19 de octubre, Día Internacional de
lucha contra el Cáncer de Mama es que la supervivencia para
pacientes con cáncer de mama se ha incrementado gracias a la detección precoz,
a los programas de cribado poblacionales, a la educación sanitaria a través de
campañas e intervenciones directas, a la sensibilidad profesional sanitaria y
social, a la investigación, a la inversión y las políticas de mantenimiento de
la prevención y que este ascenso probablemente se verá incrementado, aún más, a
medida que se producen avances en investigación sobre el origen, causas o
factores de riesgo, y sobre nuevos tratamientos, cada vez más precisos y
personalizados.
Es este Mes de Sensibilización rosa, cuando de alguna manera,
se renueva el compromiso de toda la sociedad y sus agentes en la lucha contra
esta enfermedad al insistir en la importancia de la investigación para seguir
avanzando en diagnóstico y tratamiento, y en la educación sanitaria frente al
diagnóstico precoz de la enfermedad.
Sin embargo, el trance del cáncer de mama, es vivir una
enfermedad a menudo con máscara, con connotaciones y estigmas, con representaciones
sociales, laborales y personales, con lo afectivo y lo sexual. Un largo camino ante
la desestabilización del proyecto de vida, del desequilibrio entre expectativas
y sus relaciones y sobre los muros y fronteras que se alzan en el recorrido y en
cada ámbito. Un largo camino sensitivo, sensorial y emocional frente a la
introspección personal, la agresividad de algunos tratamientos, el debate interno
con la supervivencia, y el doblegamiento de la voluntad, ante el futuro y el
entorno.
En una apuesta, aún más rosa, y aunque enfrentarse a la
enfermedad en el momento actual no es lo mismo que hace diez, ni veinte años,
las aspiraciones frente a la enfermedad no han de quedarse solo en la mejora de
las cifras de supervivencia, si no que han de extenderse hacia algo más
esencial dentro de la vida, y con mucho sentido en el vivir cada día, mejorar
la calidad de vida de las mujeres que consiguen superar la enfermedad y,
atender sus secuelas.
Nada de todo esto sería posible sin el protagonismo de la
mujer, participando desde la promoción y prevención de la salud, de su propia
salud, desde la enfermedad colaborando y permitiéndonos mejorar la atención
terapéutica y asistencial, desde la implicación en los avances sobre nuevos
estudios y terapias y sobre las lecciones de vida y contexto personal que
conlleva esta enfermedad. Alargar la vida es un auténtico logro, aportar
calidad de vida… es un valor añadido que daría amplio sentido a muchas vidas. Secuelas
imborrables.
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