Si bien el valor nominal está tergiversado, una crítica o
juicio puede ser el resultado analítico de algo concreto, o generalizado, desde
el conocimiento, experiencia y sentido común; o la murmuración e insidia sobre,
persona o circunstancia, en no pocas ocasiones sin fundamento, o poca base de
sustentación.
Hemos deformado el significado del concepto creyendo que el
significante puede manipular la realidad y obtener transformaciones “útiles”. ¿Cómo?,
dando excesivo valor a las dicotomías entre ser constructiva o destructiva, y positivo
o negativo, oscilando su "peso” según convenga e influyendo con ello en el
contexto que se requiera. Todos conocemos circunstancias en las que basta decir
que alguien ha emitido un juicio o “crítica”, para que el “oyente”, en lugar de
pensar que puede haber un buen análisis y aportación al respecto, se anticipe
mostrando prejuicios, desagrado y adoptando una actitud defensiva, además de
cierta fijación que irá componiendo poco a poco… lo demás, viene solo.
Aclaremos que, entre expertos, cuando hacemos un análisis de
situación, de contexto, de elementos, entornos de crisis, planes, estrategias o
implantaciones…, estamos desmenuzando las partes de un todo, lo relacionamos
con otros elementos, incluso comparamos para alcanzar conclusiones y mejoras.
Es decir, al realizar una crítica, estamos analizando procesos, un suceso o
cadena de varios, o simplemente una situación particular y concreta. El fin es
construir intervenciones adecuadas, los “qué”, para dar respuestas organizadas
y planificadas que nos permitan cumplir objetivos y posteriormente la evaluación
lo demuestre. Así trabajamos quienes actuamos comprometidos con el sistema, las
organizaciones y concretamente en salud, detectando y analizando problemas, ofreciendo
potenciales mejoras, y claro, críticos con el sistema para mejorar las
deficiencias, esa es la cuestión de ser “crítica”.
En efecto, hace ya algún tiempo tras diseñar un proyecto de
abordaje integral para la mejora de la salud en pacientes y de continuidad
entre niveles asistenciales, tuve grandes dificultades (obviaré “graves”) y de
distinta índole para implantarlo. Hubo conversaciones aplazadas y otras
inútiles, en ellas se forzaban respuestas imprecisas y encubiertas, como las de
un niño intentando confesar la autoría de un roto, «…bueno, se te percibe como
una persona “crítica” con muchos aspectos de este sistema y nos hemos encontrado
con “ciertas dificultades”…para intentar sacar este proyecto».
Como este tipo de situaciones suelen ir acompañadas de
cierto grado de hostilidad en el contexto, actitudes arrogantes y mantenidas en
el tiempo, ya se “intuye” qué se pretendía decir al responder con significantes
inapropiados, evitar precisar sobre algo de mayor alcance que no se puede o
quiere mencionar. Finalmente, eso solo sería la punta de un iceberg que
guardaba un proceso encubierto de desacreditación profesional, de compromiso
con la salud, con la organización y la gestión sanitaria (no quiero utilizar la
palabra que describiría esa situación).
Bajo esas circunstancias y el “tejido informal” sustentando argucias
bien hiladas, la seguridad y la interrelación profesional están quebradas, aun
anteponiendo, la propia trayectoria, el compromiso profesional y el alcance e
impacto en proyectos organizativos y asistenciales previos (demostrable). Así,
en este punto, para una “supervivencia” menos compleja, “callar” y resistir es de
obligado cumplimiento… siguiendo el consejo de algunos “silentes” del propio ámbito.
En las organizaciones sanitarias no siempre prevalecen criterios
justos y de “interés general” para la puesta en marcha de procesos, ni siendo éstos
prioritarios en salud. Por experticia afirmo, que debiera atenderse la validez
y viabilidad de proyectos sostenidos en evidencia científica con soporte
bibliográfico, teniendo en cuenta la especialización de promotores al respecto,
los diseños de los mismos, las necesidades de apoyo, la prevalencia del
“problema”, la comorbilidad que genera, así como el aval de otros profesionales
especializados que justifiquen la necesidad. Como lo importante es construir los
procesos, esto es, el “QUÉ” y no el “QUIÉN”, sería fundamental priorizar
cuestiones de impacto en salud, de innovación en procesos y de avance profesional,
en lugar de permitir que “lobbies” y cortejos, tomen decisiones basadas
únicamente en intereses espurios, falsas acusaciones, manipulaciones
estructuradas, o la fatigosa lucha por mantenerse en el “estatus social” del
sistema.
A quienes toca vivir estos infortunios quedan “aislados”
mientras el tiempo va trasponiendo la maleficencia de cada hecho, cada
conspiración, y a sus protagonistas, y en definitiva, todo lo que impide que se
lleven a cabo muchos proyectos, en este caso, y otros más.
Es el tiempo al trascurrir, lo que resitúa la verdad, clarifica
la “crítica”, la sordidez del asunto y lo protervo que resulta anular personas
e invalidar procesos de mejora, ello simplemente es, irresponsable, poco ético,
tendencioso y, en su conjunto, inadmisible.