En medio del verano, a punto de comenzar agosto,
la vida sigue igual…
Podría ser una buena frase de comienzo para un relato
de verano sosegado y plácido, pero resulta lo contrario, al menos desde una
perspectiva, o mejor aún, panorámica profesional sanitaria.
Detalla nuestro querido amigo @vgallegog76 en
¿faltan-enfermeras-o-faltan-herramientas-de-gestion? , casa-blog de otro de
nuestros amigos @PauMatalap, una serie de medidas que aportan dosis mínimas de
oxígeno a la ya impertinente situación estival de los profesionales enfermeros.
Una época que pone en evidencia las nefastas políticas desactualizadas en
torno a la gestión de recursos y planificación de procesos. La dotación
de plantillas, la gestión de las mismas, la planificación y autogestión de
equipos, la nula o ausente negociación y acuerdos con objetivos y pactos, las
contrataciones de verano, el empleo precario, la falta de previsión e
inadaptación a los entornos, la intromisión de los agentes sociales en
decisiones profesionales, las políticas de gestión obsoletas sobre contención
de gasto focalizada, el escaso posicionamiento y presencia de autoridad
profesional en decisiones en nivel meso, son solo algunos de los factores que
acontecen como contexto habitual profesional. No siendo en contados los casos,
cabe también destacar el desinterés directivo de algunas de las partes y de los
directamente implicados en resolver cuestiones de calado. Cuestiones que
requieren implicación y apuesta al pleno, así, sin más, o apuestas o estás de
postureo. Es en ese sentido, en el que las medidas propuestas por @vgallegog76
resultan, como el bien sabe, puntuales, insostenibles a largo plazo y obsoletas
en un contexto empalagosamente tintado de discurso entre la manida innovación y
la abnegación al momento.
Digo esto, porque el verano solo hace que poner patas
arriba, de manera más grosera, distintas situaciones para un mismo colectivo.
Pero…¿y el invierno?. El invierno transcurre entre elogios, fuegos
artificiales, encuentros paralelos enriquecedores, resacas de congresos y la
asfixiante realidad, la que trae el día a día.
El día de verdad, el día en el que los pacientes nos
gratifican si tienes suerte de tener pacientes..., el virtual, ese con el que
sueñas y donde creas un entorno ideal para resolver un proceso de mejora, el
falso, ese en el que tu entorno nunca fue como lo imaginaste, ni lo querrías, y
el real.
El real es sorprendente, es la suma de muchas
realidades, es una ecuación que se repite, es un ritmo de rock, es asumido y
condescendiente, acomodado e inseguro, fugaz y eterno.
Y es que la pluralidad y singularidad de nuestros
entornos son de largo y ancho como una estepa kilométrica, y nunca estimaría
esta misma cuestión una enfermera de un hospital comarcal referente de
inauguración reciente, que otra de treinta años de instrumentista en un
hospital de 1000 camas en una gran ciudad. Del mismo modo que no lo haría una
enfermera perfusionista o bombista y otra asistencial de medicina interna con
ratios poco o nada recomendables. Es por ello que la tendencia de una mayoría
es interpretar, como ya hemos dicho muchas veces en las RRSS, tendencia a
opinar y defender la globalidad desde la realidad personal, lo cual es un sesgo
importante. Un sesgo que debemos evitar si queremos liderar desde una
perspectiva común, sabiendo que las distintas realidades vienen a sumar, en el
alcance de la meta común, pero no como únicas e indiscutibles ni desde la
personalización tampoco.
Sin embargo, la realidad de circunstancias comunes,
esa si se pone en alto y parece ser, es más que común para la mayoría de los
ámbitos, digamos generalizadas, en organizaciones masificadas, en equipos
desgobernados y en direcciones sin estrategias, ni control. Es más que
común y resulta perniciosa para el sistema, para el colectivo y por supuesto
para el paciente.
Son esas organizaciones en las que no impera el
discurso conjunto de liderazgo, de estrategia y planificación, de formación de
equipos, de fomento y elección del talento, de establecimiento de objetivos y
revisión para establecer otros de mejora, de innovación de procesos, de
respuestas a expectativas de personas y clientes, de pacientes y ciudadanos.
Parece tanto…y sin embargo es todo. Son esas en las que no se conoce la
estrategia, el rumbo, ni las directrices.
El día a día es dejar que ocurra, atender las
contingencias con improvisación y sin autoridad, ni autonomía y seguir dejando
que la inercia mueva el resto de fuerzas funcionantes, como si de una renta de
plazo fijo se tratase.
Los profesionales por su lado perciben la falta de
autoridad y posicionamiento y pierden credibilidad hacia sus mandos. Ellos
mismos adoptan posturas de inmovilismo y contra desarrollo salvo que tengan
repercusión muy personal, gratificación, reconocimiento o rédito. Con suerte en
otro modo, en otro momento lo recuperarán.
Otros profesionales, deciden sin detenerse seguir
proveyendo en base a su conocimiento adquirido, experiencia y mejora
profesional. Son estos los que preocupan. Profesionales valiosos, con ritmo de
trabajo, de ideas, de alto rendimiento, autogestionables y con motivación basal
de alto nivel, profesionales con respuestas a problemas de distinto calado, de
organización, de proceso, de gestión, etc…versátiles.
No es infrecuente, y a este punto queríamos llegar
también, esto alude al título que nos ofrece Vicente, falta de herramientas de
gestión, enfermeras en situación de desgobierno y directivos sin plan, ni
visión. No faltan enfermeras, falta analizar y redibujar, planificar y con qué
fin. Faltan políticos que escuchen y firmen, faltan gerentes despolitizados y
formados, con vocación de servicio a poder ser, pero hacia los demás, no para
sí mismo, al igual que faltan directivos con esos mismos rasgos. En lo que nos
atañe y en esa tesitura, asistimos con frecuencia, y quien no esté en esa banda
no se dé por aludido…, a escenarios en los que las direcciones no toman partido
por su colectivo, más allá del círculo que les pueda desestabilizar (personal,
profesional, político…) no toman decisiones por sí mismas y las mínimas,
siempre son consultivas. De ese modo, carecen de aliados dentro de la
organización pues la nula o escasa operatividad deja a la vista la baja
representación de un modelo de desarrollo innovador y de liderazgo efectivo.
Así y muerta la inercia descrita pueden desmontar, por fuerzas contrarias,
pasividad, insolvencia…, todo lo construido y consolidado.
La causa de la falta de toma de decisiones no se
distingue, entre cobardía, “ruido”, “vegetación espesa”, desconocimiento,
complacencia ocupacional y “el rellenado de hueco”, pero el efecto...ese si es
inmasticable.
Es por lo que no se comprende, que profesionales de
los mencionados sobrevivan en situaciones amenazantes, manipuladas, inestables
e inseguras, situaciones compatibles con despropósitos inconcebibles
profesional y laboralmente, y situaciones de descompensación interprofesional
por falta de posicionamiento serio y participativo.
No tendría sentido estas afirmaciones si no fuera
capaz de sostenerlo con el doblaje en “antigüedad” de mi querido y leal
seguidor Vicente y las muchas participaciones que me llegan con el ánimo de
compartir y que con agrado asesoro, así como también experiencias personales y
de mis cercanos, a todos ellos agradezco la confianza de compartir y
hacerme sentir honrada.
Son muchos los profesionales que sienten la necesidad
de dar más y hacer mejor y sin embargo no solo no sienten apoyo de sus
direcciones, si no que éstas no les atribuyen encomienda, plan o acción, ni
interés por lo que pueden o deben hacer. Así podemos encontrarnos colegas
de trayectoria y experiencia en nivel estratégico encomendados al vacío, a los
designios de otro profesional sanitario, o incluso permitir que sus funciones
sean menospreciadas.
Otros optaron por alejarse de dichas direcciones ante
la incompatibilidad de la gestión entendida, como un deber para los primeros y
una pasantía mejor remunerada para los segundos. En esa opción y con lo
aprendido ponen en marcha soluciones de empoderamiento de paciente, de
entrevista activa y escucha clínica para finalmente toparse con la descarada
falta de respaldo, no solo por desconocimiento de la temática, si no de lo que
se pretende con las mismas.
Es decir, hay directivos que efectivamente no solo
desconocen su función, si no su propia profesión y el fin o meta de la misma.
De ese modo, un mismo directivo, habiendo necesidades identificadas y cubiertas
de manera indirecta sin coste, puede llegar a urdir las más estrepitosas y
deleznables acciones hasta conseguir desplazar efectivos y prescindir de los
mismos dejando procesos de pacientes sin atención enfermera.
Consecuentemente un mismo directivo que reclama
cobertura haciendo llamamientos especiales en espacios públicos puede obrar de
una manera u otra y contradictoriamente, bien no dando funciones, programa,
objetivos a unos, arrebatando atención enfermera en procesos a pacientes, a
otros y luego encaramándose con alertas de solicitud de recursos para
afrontar el verano.
En otra segura interesante reflexión, podría
aproximarme a los motivos, causas o arengas personales de bajo interés
colectivo y de muy alto ego y personalización, además de las consabidas
aspiraciones políticas. Entuertos soterrados que no aparecen a la luz de los
flashes, ni de días mundiales temáticos pero que en el fluir y tropiezo del
andar, cada quien va descubriendo y dándose cuenta de que nos contaron un
cuento que solo algunos bendecidos nos tragamos e hicimos de ello nuestra fe.
Es por eso, que estando de acuerdo en relación a la
falta de herramientas de gestión que nos permitan flexibilizar la norma, para
prever y dar respuestas a los problemas ya recogidos, (grandes escollos,
identificados y conocidos por las distintas partes, y por qué no, también
mantenidos como si de herramienta de control se tratase) es necesaria la
autocrítica, y criticar con criterio y conocimiento de causa. Ello nos revelará
los auténticos nichos de ineficiencia y el gran margen de maniobra para
emprender la mejora.
Y es que sin una implicación profesional, sobre una
sólida base de responsabilidad corporativa, la propia meta pierde sentido
de ser y existir, para un ámbito tan complejo como garantizar la correcta
atención en salud, dar respuestas a problemas de pacientes. Una responsabilidad
que ha de ser impulsada desde la meso, macro y microgestión a través de
directivos implicados, con compromiso y evaluación de resultados. Una opción
que permita identificar, valorar y subsanar por tanto, dichas contradicciones o
vacíos, en ese sentido cuanto menos, reprobables. Una opción necesaria sin
retorno que permita avanzar y construir, esa es la verdadera innovación, ese es
el verdadero déficit.