Tiempos difíciles para los proyectos,
el progreso, la economía, la ciencia, para los profesionales y disciplinas en
crecimiento o expansión, y en definitiva para la salud y el bienestar. También
para las enfermeras, a quienes intento visibilizar y posicionar, dentro del
marco sanitario, el contexto social, y a propósito de la demanda y las
necesidades actuales en salud, que no son pocas. Bien segura, deseo aclarar,
que esta inquietud también altruista, no se corresponde con un capricho
personal o deseo sin fundamento, tampoco fruto de una llamada divina,
endiosamiento periódico, o alucinaciones
intermitentes, pues la cuestión aludida no es baladí, se trata definitivamente
de defender y apoyar el derecho a la salud, a los mejores recursos disponibles,
los más adecuados y mejor organizados.
Este empeño responde al contexto
actual y como aspecto inherente a nuestra profesión, una cuestión de
profesionalidad o profesionalismo, como prefieran, sostenido en la
responsabilidad fundamental de conservar la vida, aliviar el sufrimiento y
fomentar la salud. En este sentido nuestra posición estratégica en la atención
y relación con la comunidad nos permite identificar las necesidades no solo de
los individuos, ciudadanos o pacientes, sino de la población en general.
Analizar las situaciones, identificar los problemas y avistar soluciones que
den cobertura y garantía de atención incluso anticipándonos, es inherente a
nuestra forma de entender y ofrecer servicio a los pacientes y la comunidad.
Quizás en nuestra Comunidad
Autonómica resulta difícil distinguir nuestra entrega, compromiso y
profesionalidad con la salud, pues la principal referencia sanitaria converge y
gira en torno a nuestro hospital de referencia y sus características, una
visión concentrada, reduccionista, a veces centrífuga, sobre el compendio SALUD,
cerrando puertas al reconocimiento de “salud comunitaria” y a la atención
primaria. Y es que, aunque nuestro “patrimonio”, nuestro hospital, es un
hospital moderno, de reciente reconstrucción e inversión tecnológica, conserva
un modelo aún tradicional y jerárquico en las formas de gestionar y organizar
la funcionalidad asistencial, no permitiendo la formalización de equipos
interdisciplinares, la integración plena del liderazgo enfermera en los procesos,
ni el desarrollo definitivo de su potencial. Estas cuestiones unidas a las barreras
“hegemónicas” impuestas, impiden la participación plena como “socio”, el
reconocimiento interno, y el avance profesional homogéneo. Un coste muy alto, (si,
también económico) de impacto negativo para la profesión y la salud de nuestra comunidad.
Sin embargo, el clamor
internacional desde la perspectiva de salud global, salud pública, o seguridad
del paciente, en pandemias, catástrofes y emergencias sanitarias reclama mayor
inversión y dotación para fortalecer el papel de las enfermeras y apoyar su
desarrollo. Esta misma semana, el profesor experto en Salud Pública y Director
del Instituto de Equidad en Salud del Colegio Universitario de Londres ha
intervenido en el Royal College of
Nursing, el organismo profesional de enfermería más grande del mundo, declarando
la necesidad de enfermeras y su apoyo, para resolver los problemas en SALUD,
reforzando declaraciones de otros líderes referentes de prestigio en
Salud Global, Derechos Humanos y Derecho Internacional.
La pandemia ha determinado y
amplificado las desigualdades subyacentes en la sociedad y en ese sentido la recuperación
será más difícil si no centramos los recursos necesarios en abordarlas con las
mismas oportunidades para todos. Actuar en ese sentido implica poner la salud
en el centro de una reconstrucción más justa, reconociendo el papel crucial que
desempeñan las enfermeras en la comunidad, no solo en el plano clínico
asistencial, sino también en las relaciones que establece con el individuo
imponiendo el cambio de paradigma para que la persona sea, de hecho, el centro
del sistema y de los cuidados, orientando la gestión de los centros hacia una
visión de cuidados propias de la Enfermería, favoreciendo la continuidad
asistencial entre los diferentes niveles, potenciando la autonomía y toma de
decisiones a través de la gestión de casos y otros modelos de práctica avanzada,
y sosteniendo la orientación integral de los cuidados profesionales que permite
ver al individuo en su contexto, y no como una enfermedad puntual y orgánica. Puede
parecer complejo, pero sería fácil si nos dejaran hacer.
Sir Michael Marmot infiere que la
equidad en salud y bienestar, como eje central de una reconstrucción post
pandémica más justa, significa reconocer en primer lugar el papel crucial que
juegan las enfermeras en la sociedad, “las enfermeras deben ser tratadas con
dignidad por las personas en el poder y comienza con pagar a las personas
adecuadamente y brindarles contratos adecuados y oportunidades de avance
profesional”, dixit.
Dicho esto, y lo anteriormente
expuesto, nuestra responsabilidad consistirá en promover cambios que aumenten
la eficiencia de nuestro sistema elevando los argumentos científicos, datos y diálogo,
para que además de una accesible red de hospitales, atención urgente o puntual,
observación y diagnóstico de una enfermedad, o tratamiento y terapia,
quirúrgico y/o farmacológico, demos respuestas a problemas de salud, cronicidad,
desigualdad, calidad de vida y bienestar.
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