Conversaba
recientemente con compañeros y colegas acerca del tan mitificado y no
menos manoseado término liderazgo. Dependiendo en qué contexto y por quiénes sea
referido el término, confiere valor y adquiere
revalorización o por lo contrario, resulta
desvitalizado y recurrente.
La eterna discusión
sobre si es una condición innata o
se adquiere, tiene diferentes posicionamientos, algunos tan válidos y
fundamentales como los que
sostienen y apoyan el desarrollo del liderazgo, sobre una constante basada en
principios y valores, una intención de rebasar la línea de auto exigencia
actual de esta sociedad. Una
línea positivista basada en la afirmación de una necesidad profunda, de ejercer el autoliderazgo como condición sine qua non para
conseguir objetivos en la vida.
Desmitifiquemos por
tanto, nuestra percepción sobre
ello y acerquémonos a nuestras capacidades, no solo las innatas, desde luego
que no, sino también las que desarrollamos en el camino de
existir.
Lo que existe detrás
nuestro y lo que existe delante de nosotros es algo insignificante comparado
con lo que existe dentro de nosotros. Emerson
La forma de vida
actual no nos permite reflexionar con el detenimiento suficiente, por ello es
imperativo, si realmente queremos y estamos dispuestos a descubrir capacidades
para el autoliderazgo, soltar el
acelerador y echar la vista a nuestro alcance, a nuestro contexto, a las
personas que nos rodean y a aquellos con los que compartimos el día a día. En ocasiones, son las propias circunstancias de la
vida, las que determinan que uno ha de parar sometiendo la
voluntad propia al dominio de lo que acontece precipitando incluso, hacia un
ejercicio rotundo de introspección vital.
Ello puede ser
significativo y hasta determinante , pues de la recuperación paulatina, se
extrae un resultado de aprendizaje que
nos puede ayudar a conducir de manera diferente nuestra vida, con la confianza
puesta en nuestros propios recursos. El
autoconocimiento junto a la suma
de valores adquiridos y principios permite aplicar bajo premisas de validez universal,
este dominio en el terreno de lo
personal, interpersonal y
laboral. Permite el abordaje de problemas, creciendo y desarrollando fortalezas
como la autoeficacia.
¿Y que son los
principios y valores? Pues aquellas normas,reglas, características y aspectos
de aceptación universal con carácter ético, que permiten con su aplicación
resolver situaciones, superar riesgos y también guiar y organizar para alcanzar una
meta. Confianza, equidad, justicia, integridad, honestidad…y otras capacidades
como la escucha activa y la empatía son
elementos indispensables para liderar,
pues el liderazgo, nace de uno mismo.
En estos días, en
contextos científicos de calidad, adecuación y eficiencia en salud se ha abordado una vez más este
aspecto, la confianza como
muestra de facilitación y participación de las personas en la meta. Trabajar en torno a ella
para no caer en el descrédito, entre lo que se dice y lo que se hace, la
coherencia para mantener niveles de credibilidad y por tanto confianza.
Mucho
que decir aún sobre el liderazgo en las
organizaciones sanitarias. Mucho por trabajar desde la confianza y el servicio
a los demás y no para uno mismo. Mucho que decir aún, de la necesidad de
establecer valores para una gestión eficiente, para resultados a través de las personas, en los procesos que
construyen personas. Mucho que decir de un vocablo que no por “manoseado”
pierde sentido sino
que gana prioridad en este contexto.
Mucho por aplicar en
nuestras organizaciones, desde los distintos staff de gestión directa sobre
personas. Mucha reflexión necesaria acerca del
autodominio y autocontrol.
Faltan tantos “muchos” que el ejercicio del liderazgo en las
condiciones actuales suele convertirse por
un lado, en un ejercicio
de autoflagelación entre la
detección de lo que necesitas como organización, y lo que no puedes ofertar a tus profesionales para desarrollarlo. Y
por otro, la fustigación frecuente a base de represión y amedrentamiento por el desempeño de los mal llamados líderes que
ejercen la “potestas”. Ambas situaciones conducen a la inexorable pérdida de confianza y debilidad del compromiso, sin duda valores necesarios para sostener la colaboración de las personas y el consiguiente crecimiento
de las organizaciones.
En tiempos de crisis
de liderazgo, hemos de revisar los constructos que sostienen al mismo y evitar
confusiones perjudiciales sobre lo que necesitamos para avanzar en calidad,
productividad y relaciones interpersonales, en el contexto de las organizaciones
sanitarias.
Para poder liderar
personas debemos ser capaces de autoliderarnos, nosotros, cada uno, asimismo. El liderazgo definitivamente, es una
forma de ser y estar ante la vida, una forma de vivir hacia los demás, que cala
y deja huella.
sábado, 28 de octubre de 2017
DESMITIFICANDO EL LIDERAZGO
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