domingo, 25 de junio de 2017

CUÍDAME


¿Alguna vez te ocurrió, que cuando acudes a un profesional sanitario previamente te cuestionas lo que tan claramente sabes o padeces?, ¿o que trabajas la información de la que dispones para poder transmitirle mejor?, ¿y alguna vez te has planteado cómo comunicarte sin temor a que tu comunicación sea malentendida e interpretada bajo la prevención y los juicios de valor?.
Alguna vez, ¿has sentido que no te escuchan y que actúan bajo un protocolo verbal y autoinducido?.
¿Te esforzaste en ser asertivo y profundizaste en las aclaraciones para ser mejor comprendido?.
Quizás tuviste una experiencia durante, un hasta entonces rutinario control, un día de esos en los que con tranquilidad también rutinaria ante la exploración diagnóstica, asumes circunstancias con introspección adaptada. Un día de esos, en los que cambia el cómo y todo vuelve a empezar de nuevo.

Hace dos años, a Julia le sorprendió, que en lugar de un scanner fuera una ecografía de control lo solicitado, pero entendió que sería lo correcto. Llevaba años en su papel de paciente crónica difusa y diluida, así que lo único qué pensó es que tendría que desenvolverse con otros profesionales y colegas, aunque solo aspiraba a un entorno normalizado y a un buen resultado final.

Al llegar al nuevo espacio, nuevo para ella pero viejo en estructura, sintió que esa antigüedad era acogedora, mucho más que el espacio donde se realizaban los escáneres, pues invitaba a la familiaridad de lo añejo y compartido años atrás. No obstante, Julia sintió cierta inseguridad al recordar por un momento, lo cuidadosos que habían sido en formas y maneras, en anteriores controles, personas que de su profesionalidad hicieron momentos seguros. Desde la identificación profesional a la de paciente seguro, desde la información de pormenores, al  trato y el respeto, y sobretodo a la intimidad en todas sus vertientes y momentos.
Entrando en cuartas, sintió que algo iba a cambiar, pero nunca pensó que de esa manera. 
El pragmatismo y la cordura pierden sustento y lo que unos arman y construyen cada día, otro desatinado y desafinado profesional, lo destruye con una sola voz. 
Julia se sintió despavorida y destacada cuando en medio de la sala aquella enfermera “resuelta” que no resolutiva… encendió su habitual tono. Ella es de esas mujeres histriónicas incapaces de pasar desapercibidas y mantener un tono acorde, al menos en el contexto profesional. Julia entendió  que pretendía ser cercana y rescatar la relación de antaño por lo que discretamente se acercó y sin tiempo a coger aire, ella le espetó una serie de instrucciones mientras entraban y salían diferentes profesionales...como metro en Callao.
Julia pensó en el apuro de la exposición y el cambio tan radical de ambiente, por lo que aprovechando la familiaridad irreverente de la enfermera decidió con una sonrisa mansa, acercarse a su hombro y pedirle por favor, "pequeñita" discreción. Dicho esto, el reprise fue instantáneo -¡mujer!, a ver si te vas a asustar tú ahora…tú mejor que nadie, ¡ya sabes cómo va esto!-.
Ahí fue donde Julia flaqueó y pensó, -no merece la pena, no es ella, no insistas en reclamar lo que por defecto se debería de garantizar, no eres Julia, no quiero ser Julia, anonimízame, no me expongas…- pero la enfermera se empeña en seguir dando viento al pasar y Julia se somete.

Debe de ser un habitáculo "de paso", por allí atraviesan, entran y salen, mientras otros espectadores observan, Julia desea cerrar los ojos pero espera valiente y expuesta, nunca en otros tantos años fue tan inútil e innecesariamente expuesta, en físico y en identidad y tampoco en identidad y físico.
Aquello terminó como trago de tequila con sal y limón, sin música, ni compañero…que le sostuviera el vaso.
Allá quedaron los días de resaca e incomprensión ante los inhumanos humanos en el poderío ficticio y artificial, el que les juzga y les resta. Julia que es exigente, olvida y continúa creyendo en “otra forma es posible” porque cree que unos pocos no son muchos y que esa cultura dislocada y retrógrada, solo muestra la incapacidad  o déficit de relación, de empatía, escucha y de comunicación certera en el lugar y posición debida. 
Desde entonces Julia vive fuera del riesgo y continúa explotando sus habilidades en la relación terapéutica, en la escucha activa…
Ya en otra...sonó la alarma, dos días antes de lo previsto probablemente Julia tan despistada en el largo plazo decidiera ponerla con antelación para prepararse y tenerlo en cuenta, otra vez control, no recordaba ya tan pronto, todo ha pasado y dónde está todo lo ocurrido, dos mundos en ella, uno que no evoluciona, ni cambia, que no da vida y la poquita le viene de la recompensa, de la satisfacción de personas a las que cambia y facilita.
Se hacía tarde para acudir al control y recordó la escena del año anterior. Quizás Julia, con desgana para acudir (ella siempre posponía lo que tuviera que ver con su auto cuidado y vigilancia)  retrasó un par de horas la cita a través de una amiga intermediaria, facilitándole así poder cerrar asuntos pendientes de trabajo.
-Julia te esperan hasta las 13horas-, -ok, gracias-, dijo Julia con ánimo de no escapar ya…
-te espera la enfermera Ryan, la conoces-, -si, si, desde luego, hace muchos años-, y hace un año un poco más…-
Julia acabó lo pertinente y salió, en el coche fue dibujando un croquis de su tarde, de su semana, de su escenario al que se dirigía y tenía que encontrar, el antiguo espacio y añejo ya no albergaba el servicio donde se hacían las ecos.
El espacio era conocido, muchas “carreras” y pasos largos para llegar a reuniones, encuentros, jornadas y simplemente corrillos y saludos, eso, son los pasillos.

Al fin una cara amable y entrañable, -espera que aviso a la enfermera Ryan- 
-De acuerdo-, Julia radiante y con sonrisa espontánea esperó.
Cuando la enfermera salió, el viento no se hizo esperar y el automático, -hola, qué tal, tienes que esperar  un poquito…-, tampoco. Su rictus no era el que Julia conocía y percibió una relación ni falseada, ni no natural, era algo más…era preconcebido, precavido, defensivo…
La acompañó a una sala, una sala nueva con sillones, con luz, pero por el camino decidió que no, pausó y señaló el pasillo con bancadas y añadió -mejor aquí, esperas aquí-. -Correcto- señaló Julia, no dando valor y atendiendo entonces a sus RRSS, esperó diez minutos, no había nadie en el pasillo “de espera”. Cuando otro profesional de función/tarea delegada salió, la puerta por la que lo hizo, estaba de frente a Julia, los pasillos son estrechos y tanto a la izquierda como a la derecha la visibilidad era plena y no había alma sometida más que la de Julia, con voz pasada de decibelios gritó  -Julia López- 
Julia, que no obstante gasta sorna cual gallego, sin levantarse e inclinándose miró a la izquierda, miró a la derecha y como habiendo aclarado dudas presenciales, con voz y gesto aclaratorio dijo: -soy yo, no hay nadie más-.
Cinco instrucciones automatizadas que se apresuró a fijar para no perderse ni una y no sentirse culpable y así pasó al siguiente espacio, el espacio sideral, donde recibió otro par de órdenes de la misma persona que le hablaba de espaldas. 
Preparada ya para la siguiente, una joven delicada entró torpe, pero rectilínea, como imitando comportamientos, de esos estilos que denotan una incorporación de formas adquiridas del maestro, el que no tiene porque ser el mejor, si no el que te ha tocado. 

Julia recuerda solo un hola, pero no hubo presentaciones, identificación, ni procedimiento explicado, ni mucho menos permiso de acceso, quizás su maestro no adiestró en lo basicamente  esencial. La técnica fue demoledora, esos pases rápidos, que no da tiempo a fijarse en imágenes anómalas o normales, arriba, abajo, vuelta a empezar…Julia sagaz, no necesitó mucho tiempo para entender, comprendiendo, que era una profesional en proceso formativo, pero si algo indignada, por el escaso apego a la tan cacareada humanización. A Julia le sobra empatía también para entender que la incapacidad o déficit para las relaciones humanas, es una barrera que no nos facilita, ni favorece en los procesos de interacción en salud, ni por muchos años académicos y postgrados que se realicen.
Adivinó también que probablemente responde a todas las cuestiones de debates actuales, en torno a los accesos de ciertas profesiones, y de lo ridículo que puede llegar a ser un profesional en el que la base fundamental es la relación y comunicación y sin embargo el “autismo” y ensimismamiento esté cobrando un alto precio, desde una perspectiva humanista.
Faltaba el maestro. 
Se abrió la vuelta de golpe y sorpresivamente una hierática figura femenina madura y transfigurada apareció como apartándose de algo, o del ego que la venía encima, -hola- en negrita y tamaño folio, el hola de Julia fue más tímido y más débil. La extraña figura se acercó, intercambió posición con la joven promesa, tomó el instrumento de mando y comenzó a rodear a Julia con movimientos más precisos y más sostenidos, volvió a rodear, volvió a subir y bajar, y comunicó con autoridad y gesto de parachoque las diferencias, eso sí, normales, a la párvula aprendiz. Su compostura era de ignominia absoluta, no se sabe que pudo Julia causarle para merecer tan singular atención. 
Julia ya solo estaba, y permanecía de cuerpo presente recordando que la especialista, en el manejo del “joystick”, le estaba ignorando deliberadamente, Julia no esperaba un abrazo, desde luego que no, pero tampoco un gesto tan definitivo y definitorio de su clase, de su contexto y de su hábitat geográfico. Envanecida y espigada era la misma que en pasillos y calles céntricas de alterne y vida urbana ha cruzado vista con cierto aire almidonado.
Ganas de ir, de venir, de decir, de callar, pero sobretodo de analizar. ¿Por qué la extraña figura no hizo un gesto cordial al entrar?, ¿por qué no la miró a la cara?, ¿por qué se mostró fría y distante?, ¿Por qué a todo?. 
Se conocen, sabe quienes son, no toman café, pero saben quienes son y quienes han sido, lo que esconden y lo que muestran. y, ¿Dónde estaba la enfermera Ryan?. ¿Se ocultó…? , ¿ella también?.
De nuevo, Julia culpable, por haber expresado deseo cauteloso, sobre la discreción, de no ser visible y significada…se volvió en su contra. No someterse a lo que le deparaba la “lícita” actuación de profesionales confundidos, entre la atención correcta y la sobreexposición, entre el ser simpático y extra vulgar y que ello quede anotado en el dietario con marca de agua y asterisco para preservarse año tras año, de quién osó, pedir discreción, como quien pide sutilmente a su cercano, que levante el pie para sacar el propio, cuando le están pisando.
Profesionales dominós, que crean barreras desde las suyas propias. 
Julia culpable y dominada, logró limpiarse, vestirse y salir corriendo como la última vez...



                                    

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