sábado, 25 de febrero de 2017

DAÑO CORPORATIVO




Pasa el tiempo y somos conscientes inmediatos que las sensaciones personales acumuladas van dando paso a una realidad compartida. Lo más sensato y dignificante es darlo criterio, sustentarlo y compartirlo. Descubrir que la realidad no es única y que simplemente se multiplica en diversas formas y niveles.
Llevo dando vueltas desde el ámbito profesional a varias cuestiones que teniendo que ver con nuestra más pura esencia, cuidar, erosionan sin embargo, la integridad profesional, la parte humana, tan necesaria que sobrepone y califica cualquier procedimiento y maniobra o actuación a la significación absoluta en el ámbito del amparo, el acogimiento, la comprensión, la respuesta a la necesidad de cuidado.
Sin humanidad no hay cuidado, sin humanidad no hay comprensión, sin humanidad no hay respuesta, sin humanidad no hay excelencia…sin humanidad habrá otras cosas, pero nunca plenitud.
Es por ello que reflexionando entre la experiencia, bien vivida personalmente, bien vivido a través de otros profesionales llegamos a un frente común y en el que todos estamos en consenso pero siempre compartido de forma íntima y con preludios de contexto que matizan agonías de verdadero sufrimiento moral. He compartido experiencias varias, vividas, sobrevividas y percibidas, así como de confesora y penitente.
Son esas actuaciones manifiestas o silentes que se producen entre nuestro colectivo, bien a largo plazo, a corto o a medio, a veces tajantes e instantáneas, a veces silentes y agonizantes. La violencia intramuros o intraprofesional, una forma gratuita de ejercer poder desde el desprecio, la inseguridad, el desconocimiento, y el narcisismo, una manera soslayada y encubierta por el autoritarismo impúdico e impune de quienes no tuvieron oportunidad de quererse a sí mismos o de quienes sobrepasaron la “ley de término medio”. Se practica de manera y forma vertical, horizontal e incluso en extrarradio mural, una violencia manifiesta en distintos formatos que avergüenza y encoge el alma lo suficiente como para callarlo, volcando la culpabilidad hacia adentro y perdiendo la referencia entre la objetividad y el intimismo.
Dicho sufrimiento aceptado como parte situacional de una relación contractual, y por tanto  necesariamente mantenida, genera angustia, debilidad, ira, frustración y culpa, factores y aspectos suficientes para somatizaciones que alteren el comportamiento vulnerando el autoequilibrio personal. El desarrollo de síndromes y respuestas tienen como consecuencia el deterioro de la integridad moral, el agotamiento emocional y su consecuencia más precipitante, la despersonalización hacia los pacientes.
Las víctimas de violencia psicológica, socio-psicológica y/o  psicoterrorismo, hay quien se atreve a llamarlo así, traducen en una angustia moral que puede llegar a afectar el resultado del trabajo, erosionando la relación de equipo y la atención en salud.
El asunto es muy complejo porque el espectro es amplísimo, las causalidades son múltiples y diversas, la temporalidad aplicada tanto en la causa como en el efecto provocado, largo lento y sigiloso o también rápido y fulminante. Muchas veces es invisible y las modalidades aunque agrupables, tan específicas… como el ADN, pero en definitiva, conductas pluriofensivas de violación sobre derechos fundamentales como el derecho a la no discriminación.
“..Un tipo de ataque sociopsicológico que puede llevar a profundas consecuencias legales, sociales, económicas y psicológicas para el individuo. Debería ser considerado básicamente como una privación de Derechos civiles…”
El acoso es una presión psicológica, dentro del marco de relaciones laborales, distinto a un conflicto laboral. Es un ejercicio de violencia ilícito
Según la OMS, la violencia es un grave problema de Salud Pública, y ofrece una definición de violencia como, ejercicio del poder mediante la fuerza, física o intimidatorio. Hemos de diferenciar la agresividad (inevitable) de la violencia (evitable), la primera como parte inherente al ser humano y la segunda como modalidad conformada y cuasi elegida para lograr el control y la dominación sobre otros. Y aún más la no violencia, que no la opción pacifista, es decir la violencia por omisión vinculada con el poder de que permite causar daño por no participar.
Degradante y contradictorio en sociedades democráticas donde ni el estado puede dominar denigrando a detenidos o condenados, pero volviendo al ámbito que nos ocupa, el ámbito de las profesión enfermera dentro y fuera de las organizaciones, en el espacio corporativo, es realmente serio y preocupante. Un porcentaje aún por estimar de profesionales que sufren y padecen las consecuencias del ejercicio de esta violencia. Una sociedad, organizaciones, entidades, instituciones  sin mecanismos suficientes que eviten o permitan la desgracia de una persona sometida a esta lacra, son organizaciones fracasadas en su capacidad de gestión y uso “terapéutico” del Derecho.
Deberíamos atender y reparar, detenernos en la investigación y ser capaces de depurar y poner valores de morbilidad y padecimientos, liderados por la responsabilidad gestora y/o de sus Unidades de Prevención de Riesgos Laborales /Salud Laboral.  Las medidas episódicas, inconcretas e inexactas no son suficientes ni siquiera los mecanismos de comunicación y transferencia que no estructuran ni contemplan las delicadas situaciones que conciernen tratando de desviarlas a situaciones de descrédito y por tanto empeorando aún más la situación víctima.
Deberíamos de alentar a las organizaciones  de salud a crear estructuras de apoyo y de liderazgo sensible con el deber de mejorar el valor moral en el entorno de trabajo, que promulgara los entornos saludables y la reposición de valores y ética profesional, pero sobretodo la no permisividad y holgura en el silencio compartido, el castigo soslayado y la indiferencia ante situaciones denunciables donde en ocasiones incluso no son solo copartícipes si no instigadores directos.