martes, 30 de enero de 2018

LOS PURGADOS


A veces las visitas imprevistas de amigos especiales tienen cierto matiz reconfortante, como si de un bálsamo reparador se tratara. Si el mismo amigo repite la visita, la reparación puede resultar reforzada y visualizar el todo como un proceso típico, aceptado y sustentado en principios y bases empíricas.

Se acercó en estos días, a extender un poco de su ciencia y bagaje por estos lares, un hombre experto, fino, visionario e incomprendido por aquellos que nunca han mirado más allá de la siguiente esquina, más allá de la agenda del siguiente día o más allá de las tres de la tarde.Otros no solo le entendemos, sino que compartimos sus conclusiones, sentimos admiración, respeto, deseo de igualarle o al menos, formar parte de su club, el Club de los Purgados.

El es…de esa clase de personas con las que te embarcarías en proyectos, porque su brújula siempre apunta certera, porque despoja y desgrana desechando lo innecesario y redundante, porque es genuino y genial, admirable y brillante, y fundamentalmente persona, íntegra, con principios y valores.
Su especial saber estar en todos los contextos y su superioridad en términos de
conceptualización y resultados, sustenta todo lo anterior. Un bagaje de vida extraordinario.
Yo lo llamo sabio pues ya vino del futuro, lo probó y vuelve para contarlo.

Entablamos una charla encadenada a la de la última ocasión, con él no es necesario
contextualizar así que, retomamos entendiéndonos desde la primera compostura. Una cata de vino, momentos de descanso y otro sabio impertinente eran nuestros socios.
Él tiene dos aspectos muy claros, cómo resolver una gran parte de los problemas que afectan a nuestro sistema sanitario actual, desde una perspectiva de cambio de comportamiento profesional y favorecido, o no obstaculizado, por políticos y sus objetivos cortoplacistas. Y también, cómo funciona nuestro sistema, esto es, de manera inapelable, “porque así es el modelo y como así es el modelo, no lo podemos cambiar.”
El sostiene, y aseguro que no habla de boquilla, que los buenos o excelentes solo pueden
actuar, cuando tienen oportunidades y encuentran una brecha, una grieta o un momento de
acción y facilitación. El sistema no permite que continúen y les saca del mismo, anulándoles y condenándoles a dejar de hacer. Les dificulta y entorpece para que no se filtren y fluyan con sus capacidades en otros menesteres, incluso accionan mecanismos de inhibición dentro y fuera de jurisdicciones ajenas al ámbito propio.

Decía que, en esas pequeñas grietas, periodos de tiempo, ofrecimientos de proyectos,
oportunidades, es donde los buenos, los brillantes, los que a la postre creen en el sistema, sin saber que el modelo es equivocado y ruin, pueden y hacen EXCELENCIA. Esos, los buenos suelen dejar cimentada una estructura y estrategia planificada con acciones a largo plazo, más las cumplidas y las por mejorar. Pero nada más que eso, pues el modelo, que siempre (y esto lo afirma taxativamente) tiende a empeorar, acabará con ellas en el corto-medio plazo, pues no permite que proyectos de éxito permanezcan en la esfera de lo brillante.
Afirma con la misma contundencia que ya no estamos en CRISIS, sino en LISIS y en breve
adoptaremos otras formas de provisión, pago y financiación, ya os dije que viene del futuro.

Tuvimos, es cierto, una oportunidad en esta recién pasada crisis, una crisis muy dura, pero ni a quien correspondiera, fue valiente, ni otros agentes sociales tampoco facilitaron el entendimiento responsable. Los profesionales fuimos afectados y tampoco generó un cambio de comportamiento, probablemente por la falta de confianza y también de inspiración en nuestros “siguientes”, tanto sociales, como económicos y políticos.
Yo le escucho embelesada, desde la confianza y también desde el temor de que no se equivoca. 
El sistema y sus personajes protagonistas rigen y son regidos por los principios que conforman este modelo sin par. Principio de Peter, Ley de Parkinson, Principio de Dilbert, Efecto Pigmalión, entendido como amenaza, Efecto Dunning-Kruger y por qué no, también la Teoría de la estupidez de Cipolla, y otros síndromes ya manejados por todos y sufridos por afectados en mayor o menor medida.

Todos esos principios reparten suerte entre “ellos” y desgracia desmedida para los implicados en la excelencia, lo que deriva en un absurdo e innecesario desperdicio de profesionales excelentes, y como bien es sabido, el propio concepto de excelencia, se sustenta en principios de ética profesional. Ya dijimos en otro momento, que el sumidero se traga a algunos excelentes que ya no quieren “saber”, y desmotivados por la sinrazón inexplicable, perdieron la adhesión cansados de luchar contra mediocres y algún obsceno presumido. Otros en esa misma tesitura pasaron desde la acción alternativa, al Club de los Purgados, donde con rigor y convencimiento sustentan por otras vías, el camino de la verdad, la excelencia y la defensa de un sistema competitivo que ha de frenar esta LISIS, también de valores, principios, sociales, políticos y económicos, aun sabiendo que el modelo es el modelo, y siempre irá a peor.

Por ellos y otros asuntos más… brindamos... ¡por un Club de Excelentes!






sábado, 6 de enero de 2018

OS VOY A CONTAR UN CUENTO


Hace ya unos años, casi 20, que vivo en una zona céntrica de una ciudad al norte de España, si no la más bonita, la más preciosa por su entorno peculiar, rodeada de playas a pocos minutos del centro, con arenales que sobresalen en plena bahía, una bahía preciosa, pequeña y blindada entre la montaña y la ciudad. Orientada al sur, en este Norte frío, rodeada de nieve en muchas ocasiones, y cálido dependiendo de los vientos que penetren, independientemente de las predicciones meteorológicas, nuestro querido viento sur, y sus “suradas”.  

Veinte años observando una zona al principio vivida como impersonal, entre recuerdos de origen, nacimiento, sensación de ciudad de paso y desconocimiento de dónde será el futuro.
Poco a poco la vida, mi vida, la tuya, transcurre entre acontecimientos, alegrías, momentos, celebraciones, dolor, experiencias, penas, felicidad, reencuentros, pérdidas, éxitos… personas que conoces, que entran, salen, se quedan y otras que permanecen ya de forma perenne.
Lo mismo ocurre con las personas que conviven en esta zona de mi “centro”, conocer a las personas de la vida cotidiana del día a día, de los sitios y de las compras donde te abasteces, es un valor añadido que valoras con el tiempo, cuando sientes que has relajado las distancias blindadas de rutinas inaccesibles y de prisas dedicadas a tu intimidad familiar, a tus hijos…
Es cierto, sin embargo que en ese “vivir”, observas personas a las que retienes por detalles que no puedes obviar y que por sentimientos que llaman tu atención o evocan tus recuerdos más anclados, vuelves una mirada hacia ellas.

Alrededor de mi manzana, lo más céntrico de la ciudad, me suelo encontrar a ritmo de paseo, dos señoras de edad avanzada, siempre a ritmo casi militar, siempre juntas, pequeñas, del brazo. Parecen mellizas, lo que es seguro es que son hermanas. Visten prácticamente igual, el pelo recogido en forma de moño bajo, rizado, canoso, de cara menuda y semblante firme, graciosas, entre ellas no filtra el viento. Pero descubro felicidad entre ellas, lazos firmes, “de Santander de toda la vida”.
Me intrigan, me provocan, me parecen interesantes, las descubro amenas, con mucha vida,  y mucha tranquilidad en plena juventud senil. Muy frecuentemente las veo, de ida si yo vengo, o de vuelta si yo voy. Las observo y miro con mucho cariño, como quien quiere saludarles por conocidas y caigo entonces en la cuenta que irán tan a lo suyo, que no caerán en cuenta de tantas personas que cruzan el centro a diario.   
   
Un día cualquiera, esta semana de Navidad, se respira ese “algo” en el que la gente empieza a transformarse y que entre modales y ademanes parece desvanecerse la acumulada “tensión” del año. Salgo con paso firme calle abajo y en la transversal ancha… aparecen ellas, caminan firmes vestidas en mismo estilo y compostura de siempre y viendo cómo van a coincidir a mi altura, las miro, me miran, sonrío y más… me observan, se despegan y una de ellas, se echa la mano a la boca, diciendo antes…-ay…, espera… y yo sonrío más, sin dar crédito a la magia, pero encantada.
-Espera…te conozco… -y me mira-,… enfermera…!
Atónita, dije: -sí, enfermera!. Y entre batiburrillos y alborozos comenzaron entre ellas a dilucidar y descubrir cómo, por qué y dónde…-y ¿cómo te llamas?, -Zulema, y sí, soy enfermera, pero no nos conocemos por ello, creo. Vivo aquí y ustedes también, creo adivinar. Les conozco de verles, siempre juntas del brazo, pasear como un frente infranqueable, llenas de vida, saludando a sus amigos, siempre con mucha energía y con derroche de vitalidad, siempre las miro con mucho cariño.
-… ¡Bueno no te creas!, también reñimos, pero si es cierto, vivimos aquí, de toda la vida, en esta calle, te podemos ver desde el balcón, tan cerquita, Yo soy Tona y ella Chus. Nuestros padres vivieron aquí, antes de reconstruir el edificio y nosotras nacimos aquí, y aquí seguimos.
-Qué gusto, pues me encanta saludarles…
-¡Por favor!, trátanos de tú, que nos haces mayores…ja, ja, ja, y llámanos siempre, qué gusto, danos un beso.
-Por supuesto, y ¡Feliz Navidad!

Las besé, juntillas, se emocionaron, me emocionaron, entrañables…
Me habían sujetado la mano, una y otra, al despedirnos, una de ellas se aferró y apretó hasta que nuestros brazos se extendieron al iniciar la marcha…

Feliz Navidad Tona y Chus.